En esta fotografía podemos ver como la niñez indígena migrante es invisible para los habitantes de las ciudades. Naturalizamos ver niños en los cruceros de las ciudades vendiendo chicles, haciendo malabares o simplemente pidiendo una moneda.

Esta fotografía refleja cómo esta realidad que se vive en las ciudades de México es vista por un retrovisor, donde ni siquiera somos capaces de visualizar esta problemática de frente, somos ajenos a esta realidad y miramos distantes.

Normalizamos ver en las calles niños morenos, con rasgos indígenas; mientras cumplan estas características, asimilamos que es “normal” que estén deambulando por las calles, es su destino, no hay nada que hacer; pero si estos niños que vemos en esta condición no cumplen con estas características, entonces nos alarmamos y decimos “es un niño blanco o rubio, el no debería estar en la calle, se lo robaron” y empiezan las alarmas entre la sociedad. 

Pareciera que hay niños que si merecen estar deambulando por las calles, naturalizamos que estén desnutridos, descalzos y que corran peligro caminando entre los coches; somos omisos a esta realidad, mientras sea moreno está destinado a la pobreza, a no tener derechos.

Esta fotografía plasma la realidad de la niñez mexicana. Es por el retrovisor donde vemos el racismo estructural de la sociedad mexicana, de las calles de México, de quien si merece ser visto de frente y quien es invisible.